domingo, 17 de mayo de 2020

Día 59



Ayer, después de pensar en eso de estar pendiente de qué día se hace qué cosa según designios que hoy quizás carezcan de sentido, me puse a mover muebles de lugar, y a rebuscar en el mueble bajomesada, y entre las cajas que uso para guardar pulseras y collares, y convertí el mueble del baño en un mueble para el estudio, y el mueble que se había convertido en mesa de luz, ese que había sacado de debajo de la escalera, se convirtió en el mueble del baño. Y unas latas que no usaba y eran de té, las usé para las pulseras, y la lata que tenía antes las pulseras se convirtió en la lata que contiene los esmaltes de uñas, y la que antes tenía el botiquín es ahora la lata de las sombras de ojos, y para el botiquín usé un tupper redondo y gigante que juntaba polvo en el mueble bajomesada. Para mesa de luz usé uno de los baúles y como me quedó tan bajita la mesa de luz, saqué una lámpara del living y la puse en el baúl mesa de luz, y la lámpara que antes usaba la puse en el nuevo mueble del estudio.  En el estante más alto de la biblioteca puse la tabla de windsurf, el mástil y las dos velas que viven en casa. Para eso debí mover libros de esos estantes a otros estantes, más abajo, que antes contenían cajas y pilas de papeles. Las cajas se movieron al estante más alto, al lado de la tabla, y las pilas de papeles al mueble nuevo.

Lo más probable es que en los próximos días vuelva todo a su lugar original, o que algunas cosas vuelvan a su estado original. O no. Puede sucederle a los muebles lo de cambiar su función, o a las cajas sus contenidos. Y yo me pasaré, otra vez, otra tarde, tratando de encontrarle el lugar perfecto a todo. Me dije es el mito de Sísifo. Y recordé mis acortadas vacaciones en Rodeo, a Margarita diciendo guardo todos los juguetes, por unos minutos la casa parece una casa, a los minutos parece un cuarto de juego, no sé ni para qué los guardo.

Después de hacer todo eso, aprovechando para pasarle a todas las superficies un trapo con agua y limpiador y después gamuza seca y Blem, barrí todos los pisos, les pasé la mopa a los de adentro, y de nuevo la escoba con agua con detergente y lavandina al del patio, y cuando la primera flor de la Santa Rita se cayó sobre el impoluto piso del patio, me dije es el puto mito de Sísifo, y recordé a Ernesto, tan serio él, diciendo para qué me voy a bañar si después me ensucio de nuevo. Éramos jóvenes, casi adolescentes pero no del todo. Y él odiaba bañarse.

Considerando que era sábado a la tarde, el día en que uno no hace nada, decidí que no venía mal terminar el día con una sesión de yoga. Y después de la sesión de yoga me dije me tomo una copa de vino antes del baño, pero no lo hice, qué poco saludable eso de beber después de hacer ejercicio, así que me fui a bañar rápido, para ganarme la salubridad de beber después de bañarme y me reí pensando para qué me bañé, si total mañana me voy a ensuciar.

Y de repente eran las 10 de la noche y no tenía nada planeado para comer. No es que no hubiese comida. Había, pero estaba congelada. O no me apetecía, o era de esos congelados que sin descongelar, al cocinar, quedan babosos.

Bueno, me dije, puedo pedir. Pero tengo muchos problemas siempre con lo de pedir. La basura es el primero. Siempre todo llega empacado en cajas de cartón que se ensucian con el queso y la salsa y entonces no puedo reciclar, o en contenedores de plástico que no sirven para nada. Después el gasto. Cuando hago la cuenta de con esa plata me preparo cinco comidas, se me pasa el hambre. Y por último está el miedo, nuevo, de las bacterias en las manos del cocinero, del empacador, del man del delivery, ectétera.

Saqué los zapallitos, las cebollas, las tapas de tarta, los huevos… Lo puse todo sobre la mesada, lo corté y pegué, lo cociné. Cuando terminé de comer mirando un capítulo de Sorjonen, levanté la mesa, llevé todo a la cocina, Niqui siguiendo mis pasos, como siempre pero con más interés ante la posibilidad de que la gorda le hubiese dejado al menos una miga, me puse a lavar la vajilla y me dije es el mito de Sísifo, otra vez, porque lavo vajilla no menos de tres veces por día, y otras tres veces al día siguiente, y así todos los días.

El mito de Sísifo, como siempre.

Algunas cosas nunca cambian.




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