Llueve. Sopla Sudeste.
Mis gurúes del viento tenían razón.
Estos días de sudestada
me acuerdo de Martín, un abogado del estudio que no entendía porqué íbamos a
navegar en días tan horribles como el de hoy, en lugar de ir los días de sol. Le
explicábamos: los días de Sudeste son los días de viento perfecto, y para hacer
windsurf necesitamos viento. No sol, ni calor. Y el Sudeste es así: trae nubes,
y lluvia, y frío.
Llovió. Y escuché las
gotas caer sobre el patio. Desde la cama. Suele gustarme eso. Hoy también me
gustó. Pero no tanto como me habría gustado un feriado normal, de esos en los
que una está desesperada por pasarse el día echada, una manta por arriba, una
mano sacando el libro desde debajo de la cueva. Eso se puede hacer todos los
días en estos tiempos. Y no lo hago.
No sé si es la cantidad
de información que consumo, o el interminable intercambio de mensajes, o la
angustia, o la ansiedad, o si el encierro despierta en mi organismo un desorden
de la atención. Innumerables horas por delante pero ni siquiera he logrado ver
una película. Porque una película es larga. Las series no lo son. Y tampoco he
visto nuevas series. Ah. Sí. Vi como 4 capítulos de La casa de papel, que sé
que tiene años pero yo no la había visto.
No me muero por bajar a
sentarme en la mecedora, con Niqui a upa, a verla. No logro determinar si la
serie no es tan fabulosa como me habían dicho que era, o si es este desorden de
atención nomás.
Leo diarios y Facebook e
Instagram (cosas que normalmente hago sólo cuando voy en subte al laburo).
Miro los números.
Tantos números. Busco entre esos números una explicación. No la encuentro.
Tampoco encuentro tranquilidad, ni consuelo.
El horóscopo me dice
que la comunicación con los amigos es importante hoy. Que quizás haya ideas que
quiera compartir. Que las amistades son importantes. Caramba, la de instrucciones
que da el horóscopo hoy.
Hablo con mis amigas. Me
cuentan de sus vidas.
Hablo con mi tía Conga,
que me cuenta su vida, y me mantiene al tanto de las de otros.
Hablo con papá. Le digo
sí hay viento, sí es SE.
Nos decimos esto de ser
héroes quedándonos en la cama mirando Netflix nos está resultando muy duro.
Yo pienso que más duro
es ir con armaduras y espadas por los caminos entre King´s Landing y Winterfell.
Pero hoy se me antoja maravilloso. Por lo de caminar mucho, por espacios
amplios, ir conociendo gente, entregarse a una batalla feroz, con sangre, mucha
sangre salpicándolo todo.
A esta altura todo
tiene una cierta deformidad.
Incluso las
convicciones están desconcertadas.
En un grupo de whatsapp
de Rodeo uno de los chicos mandó una foto, con un señor que dizque está infectado
y se escapó del Hospital Rawson. Foto, nombre y apellido.
Me quedé preguntándome
si el señor es un pelotudo importante o un reverendo hijo de mil putas. O si
tiene en su casa a alguien a quien no puede dejar. Claro que va a contagiar a
ese alguien, pero quizás ni se le acerca. Quizás solamente necesite gestionar
un par de asuntos para que ese alguien esté bien. Quizás no puede dejar de
trabajar, porque de lo contrario él, o su familia, no pueden comer.
Ese señor, además, se
va a morir.
Y quizás es una fake
news. Y alguien, con mucha dedicación por el prójimo, cayó en la trampa de esa
fake news y lo denunció. Para proteger a los demás. Por altruismo.
En ninguna novela de
aventuras, en ninguna serie de héroes de espadas, en ninguna película, las
delaciones son por el bien común.
En Colombia a los
buchones les dicen sapos. Nunca pregunté porqué. En Colombia siempre tienen
lindos nombres para cosas horribles.
En fin, que es de
héroes quedarse echado en la cama. Y que se es una persona preocupada por el
prójimo si uno delata a otro ser humano.
Y esa conclusión me
deja tan deprimida que prefiero deprimirme pensando en el Sudeste que no estoy
aprovechando.
O tejiendo.
Y pensarme una heroína.
Como Sansa cuando le dice a Tyrion que en ese momento lo mejor que pueden hacer
es darse cuenta de que no pueden hacer nada. (Ellos están protegidos en la
cripta, mientras el Ejército de la Noche ataca y los héroes sacan espadas,
arcos y flechas, cuchillos y lucen feroces, sudorosos y mugrientos).
Y rogando que no me toque
tomar decisiones, porque no entiendo nada.
Porque no sé quiénes
son los buenos y quiénes los malos.