Hoy pasaron muchas
cosas.
Afuera de mi casa.
Donde no las puedo ver, ni tocar.
Me levanté tarde. El de
anoche fue un insomnio con todos los ingredientes. Monstruos, alienígenas y
ruidos ominosos desde el centro mismo de la Tierra. La almohada no sirve. No.
Es el colchón. Hace mucho frío. Hace mucho calor.
El día, por suerte,
lindo, lindo, lindo.
Hay pocas cosas mejores
para terminar de ahuyentar a los fantasmas de la noche que sentarse al sol a
leer.
También moví unos
muebles de lugar.
Hablé con una amiga.
Más tarde vi una charla
sobre ciencia ficción. Le presté atención porque uno de los que hablaban, el
Pastuso, es casi del todo culpable por mi adicción al género. Porque es amigo,
de esos a los que querría ver siempre y con los que conversar es un placer.
Porque todo de él me gusta. Pero además le presté atención porque fue de veras
buena. Quizás algún día lo cuente. Pero todavía estoy masticando algunos conceptos.
Y todo el día, además
de las distopías y de cómo se describe al mundo, con qué palabras, exactamente,
estuve pensando en eso de que hay gente que nace. Y que en general me chupa un
huevo. Pero cada tanto me emociona. De veras me emociona. Y sonrío, sonrío,
sonrío…
Miro las fotos de Lua y
de Pipe y siento todo lo bueno puede suceder.