Hoy el día se arrastra.
El viento me hizo despertar con una sonrisa
torcida.
Las sonrisas torcidas no son buen augurio nunca.
Pero al menos son sonrisa.
Después llovió. De esas lluvias que me encantan. Un
chaparrón durísimo contra el patio, las hojas de la Santa Rita arrastradas por
la corriente. La abuela Elvira decía que cuando las gotas hacían globitos,
seguiría lloviendo. No hacían globitos.
Y ya no llovió.
No se escuchan los niños de la casa de al lado.
Alguien, en algún lugar de la manzana, martillea.
Puedo pintar, si me alcanza la pintura, uno de los
baúles.
Ya hice una bufanda y un gorro. Pienso deshacer otra
bufanda, y hacer un cuello.
Pienso escribir.
Pero sólo lo pienso.
En estos días las palabras son siempre la misma.