sábado, 2 de mayo de 2020

Día 44



A pesar del buen clima, los vecinos han estado silenciosos.

Los ruidos de la calle han aumentado esta mañana. Ya no se escuchan.

Mi humor sigue del lado de la Fuerza.

Me conseguí un permiso de circulación y me iré a dar una vuelta hasta lo de mi padre, uno de estos días.

Mañana voy a ir al supermercado y después cocinaré. Quizás.

El primer mes sin ERRE del año. Son cuatro. Son los meses de poda. Pero no todavía.  Las rosas chinas, los malvones, la Santa Rita, tienen flores todavía. Hay un tiempo en el que conviven con los crisantemos, ya florecidos del todo. Mientras mi terraza tenga tantos colores, no voy a podar.

Estuve reorganizando la bilbioteca. Saqué pelos de Niqui, polvo, ordené los libros que había sacado en estos tiempos y que no habían vuelto a sus lugares.

Me dije esto es peligroso, esto termina con la relectura de Guerra y paz (muchas de las reorganizaciones de la biblioteca han terminado con mi mano yendo, derecho, a sacar Guerra y paz del estante, llevarlo abajo y leerlo hasta quedarme bizca, o hasta terminarlo, lo que suceda primero). Recordé que lo había prestado, así que no había peligro.

Leí párrafos sueltos de algunos libros. Nada en particular. Todo. Es decir, no buscaba algo, una frase, un párrafo, un autor, y me encontré con todo. Con los amores de mi vida. Esa pasión perdurable.

La verdad, hoy hice de todo un poco, que es lo mismo que nada. Salvo reorganizar la biblioteca, que estaba tan bien organizada que todo el movimiento consistió en sacar unos pocos libros de un lado y ponerlos en otro, todo lo demás fueron cosas sueltas, sin orden, sin fin.

Prendí sahumerios.

Guardé la ropa que estaba en el perchero de la puerta de mi cuarto.

Colgué la cartera linda que había usado el día luminoso de paseo y que había dejado sobre una silla.

Leí al sol, en el patio, debajo de la Santa Rita, después de desayunar en esa misma mesa, sin sentir la obligación de hacer algo en particular.

Ahora, desde hace un rato, tipeo palabras, un poco al tuntún, registrando el paso de otro día más de encierro, tratando de retener al menos en la memoria las horas que se van en este encierro. De que algo, algún movimiento, logre definir un día del otro.

Me pasa, me ha pasado desde la segunda semana, que no sé cuándo ha sucedido una cosa, cuándo la otra. No sé si fueron tres días, cuatro, o una semana, desde que me quedé sin luz. Acaso haya sido esta mañana. No, no fue esta mañana, de eso estoy segura, porque esta mañana desayuné al sol, con un café de cafetera de verdad, y esa cafetera es eléctrica, y el día sin luz fue un día de lluvia y oscuridad y hoy siempre hubo luz.

De a poco se va, la luz. De a poco se acerca la hora en que bajo al living y leo con Niqui a upa, o tejo frente a la tele. Estoy tratando de terminar un tejido que empecé tres veces ya. Y eso que es simplemente un cuello. No más que tejer derecho, con el punto más fácil del mundo. Pero tres veces lo empecé porque no me gustaba el ancho, o porque los cambios de lana eran desparejos.

De a poco se termina otro día.