lunes, 11 de mayo de 2020

Día 53



Hoy tengo muchas ideas.

Ninguna se queda.

Estuve buscando más gente en internet. Encontré a varios personajes a los que no veo desde hace unos 17 o 19 años. A algunos los he amado, a otros les tengo un cariño infinito por haber sido testigos de algún tiempo mágico. Miro sus fotos, busco y busco. No le escribí a Hana. Pero mandé una solicitud en Instagram a su editorial. Uno de estos días me animo y le escribo.

Buscando una tarjeta de puntos en los cajones de mi escritorio, encontré en cambio la tarjeta de presentación  de un rubio muy rubio y de veras alto, que una mañana de amontonamiento en el bondi me cedió su lugar y se quedó formando una barrera a mi alrededor, sin tocarme. Cuando se estaba por bajar, me dijo me gustaría que me llamaras, y me dio su tarjeta. No la guardé para llamarlo. La guardé para recordar el momento. Hacía tanto frío y yo estaba de tan espantoso, horrible y desmadrado malhumor. Y Marcelo, así dice la tarjeta que se llama, me hizo sonreír y esa sonrisa le cambió el signo al día.

A la mañana fui a la verdulería. Quería aventurarme con alguna tarta distinta. Comí ensalada.

Ayer pensé que debía reorganizarme. Poner horarios para todo. Recalcular. Eso. Una rutina bien definida, sin huecos donde la neurosis pueda anidar. Estoy segura de que funcionará mejor. No lo hice, claro. No creo que lo haga.

La panza de Niqui hace muchos ruidos. Tanto huesito de asado. Estará a dieta estos días.

Los vecinos han estado ruidosos hoy. Los niños salieron a jugar. Uno tuvo un berrinche –gritaba y gritaba y Niqui empezó a ladrarle. Le grité yo a Niqui. Ella se calló, el niño, no.

Puse el disco Pet sounds, de los Beach boys, en Spotify. Esta mañana me desperté con “God only knows” en la cabeza. No tengo la menor idea de lo que hacía allí, esta mañana, esa canción.

Estuve buscando un texto perdido en los archivos de la computadora. En cambio me encontré una foto del comienzo de la temporada 2017 – 2018. Adivino la lycra negra debajo del neoprén, el neoprén más abrigado (5/3) debajo de la lycra fucsia, por arriba. Tenía el pelo largo, o más largo que ahora. Debía ser septiembre, porque soplaba Sur. Todo en la foto sugiere un frío atroz. También se ve la ilusión de la primera navegada después del invierno.

No me deprimí mirando la foto. Un día elegí volver de Rodeo, y desde entonces me perdí dos comienzos de temporada. El encierro, esta vez, no es el culpable.

Igual, la foto me hace sentir más encerrada. Pero si me concentro, me puedo ver haciendo lo mismo, pronto, después del invierno. Me gusta esa fantasía. Me quedo con esa idea.

La lycra fucsia me la regaló Chufi. Extraño a Chufi.

Al fondo de la foto se la ve a Iru, cuando recién empezaba a corromperse. Ahora salta olas en Chile.

Quiero una máquina del tiempo. No el DeLorean. Tampoco la de Wells. Sería una máquina donde poner repeat a momentos elegidos. Como si fuesen tracks de un CD. Momentos de no más de una hora –para no quedarse pegados. En esa hora se volvería a vivir, exactamente, lo mismo que se vivió en el momento elegido. No es para observarse a una misma de lejos, ni para incidir en las acciones del momento y así cambiar el rumbo del destino. Ni siquiera para analizar esas acciones, o los pensamientos o sentimientos. Nada de todo eso. Simplemente volver a vivir, en ese momento, siendo la misma persona que se era. Se puede hacer eso una vez por día.

Quiero repetir esa navegada, empezando por el instante que retrata la foto. Bajando, abrigada con todos los chiches, con el equipo, al dique. Ese es el comienzo. Y la hora que le sigue. Quiero sentir esa ilusión, esas ganas, esa alegría, quiero estar en el agua ese día frío, congelándome los pies en el agua helada, el viento en la espalda, a sotavento la cordillera, y surcar, rápido, el agua.

Ni el frío le cambiaría.

Haré yoga hoy. O quizás no. La comparación con ese momento deja a cualquier sesión de yoga muy mal parada.

O siga buscando personajes del pasado en internet.

O cocine una tarta distinta.

O lea.

Probablemente mire tele.

Está linda la luz del anochecer en la ventana.