Ayer, después de pensar
en eso de estar pendiente de qué día se hace qué cosa según designios que hoy
quizás carezcan de sentido, me puse a mover muebles de lugar, y a rebuscar en
el mueble bajomesada, y entre las cajas que uso para guardar pulseras y
collares, y convertí el mueble del baño en un mueble para el estudio, y el
mueble que se había convertido en mesa de luz, ese que había sacado de debajo
de la escalera, se convirtió en el mueble del baño. Y unas latas que no usaba y
eran de té, las usé para las pulseras, y la lata que tenía antes las pulseras
se convirtió en la lata que contiene los esmaltes de uñas, y la que antes tenía
el botiquín es ahora la lata de las sombras de ojos, y para el botiquín usé un
tupper redondo y gigante que juntaba polvo en el mueble bajomesada. Para mesa
de luz usé uno de los baúles y como me quedó tan bajita la mesa de luz, saqué
una lámpara del living y la puse en el baúl mesa de luz, y la lámpara que antes
usaba la puse en el nuevo mueble del estudio.
En el estante más alto de la biblioteca puse la tabla de windsurf, el
mástil y las dos velas que viven en casa. Para eso debí mover libros de esos
estantes a otros estantes, más abajo, que antes contenían cajas y pilas de
papeles. Las cajas se movieron al estante más alto, al lado de la tabla, y las
pilas de papeles al mueble nuevo.
Lo más probable es que
en los próximos días vuelva todo a su lugar original, o que algunas cosas vuelvan
a su estado original. O no. Puede sucederle a los muebles lo de cambiar su
función, o a las cajas sus contenidos. Y yo me pasaré, otra vez, otra tarde,
tratando de encontrarle el lugar perfecto a todo. Me dije es el mito de Sísifo.
Y recordé mis acortadas vacaciones en Rodeo, a Margarita diciendo guardo todos
los juguetes, por unos minutos la casa parece una casa, a los minutos parece un
cuarto de juego, no sé ni para qué los guardo.
Después de hacer todo eso,
aprovechando para pasarle a todas las superficies un trapo con agua y limpiador
y después gamuza seca y Blem, barrí todos los pisos, les pasé la mopa a los de
adentro, y de nuevo la escoba con agua con detergente y lavandina al del patio,
y cuando la primera flor de la Santa Rita se cayó sobre el impoluto piso del
patio, me dije es el puto mito de Sísifo, y recordé a Ernesto, tan serio él,
diciendo para qué me voy a bañar si después me ensucio de nuevo. Éramos jóvenes,
casi adolescentes pero no del todo. Y él odiaba bañarse.
Considerando que era
sábado a la tarde, el día en que uno no hace nada, decidí que no venía mal
terminar el día con una sesión de yoga. Y después de la sesión de yoga me dije
me tomo una copa de vino antes del baño, pero no lo hice, qué poco saludable
eso de beber después de hacer ejercicio, así que me fui a bañar rápido, para
ganarme la salubridad de beber después de bañarme y me reí pensando para qué me
bañé, si total mañana me voy a ensuciar.
Y de repente eran las
10 de la noche y no tenía nada planeado para comer. No es que no hubiese
comida. Había, pero estaba congelada. O no me apetecía, o era de esos
congelados que sin descongelar, al cocinar, quedan babosos.
Bueno, me dije, puedo
pedir. Pero tengo muchos problemas siempre con lo de pedir. La basura es el
primero. Siempre todo llega empacado en cajas de cartón que se ensucian con el
queso y la salsa y entonces no puedo reciclar, o en contenedores de plástico
que no sirven para nada. Después el gasto. Cuando hago la cuenta de con esa
plata me preparo cinco comidas, se me pasa el hambre. Y por último está el
miedo, nuevo, de las bacterias en las manos del cocinero, del empacador, del
man del delivery, ectétera.
Saqué los zapallitos,
las cebollas, las tapas de tarta, los huevos… Lo puse todo sobre la mesada, lo
corté y pegué, lo cociné. Cuando terminé de comer mirando un capítulo de Sorjonen,
levanté la mesa, llevé todo a la cocina, Niqui siguiendo mis pasos, como
siempre pero con más interés ante la posibilidad de que la gorda le hubiese
dejado al menos una miga, me puse a lavar la vajilla y me dije es el mito de
Sísifo, otra vez, porque lavo vajilla no menos de tres veces por día, y otras
tres veces al día siguiente, y así todos los días.
El mito de Sísifo, como
siempre.
Algunas cosas nunca
cambian.