martes, 5 de mayo de 2020

Día 47



Casi enseguida de empezar este aislamiento, este encierro, uno de los windsurfistas que vive en Rodeo publicó en Instagram una foto vieja de él navegando, o bajando al agua con el equipo, y una pregunta: ¿ya nos dimos cuenta de lo felices que éramos cuando teníamos libertad?

Me pareció exagerado. También me resultaba obvio, y claro que sí, yo me había dado cuenta, siempre lo había sabido. Era exagerado (habían pasado sólo 2 o 3 días) y era obvio. E igual me enamoraba su pregunta. Porque en general me enamoran los hombres que se preguntan por la libertad.

Con el paso de los días di vuelta el problema. Lo que no me había dado cuenta era, en realidad, lo que me costaba la falta de libertad. Lo sabía en los papeles (por eso me enamora quien se lo pregunta), pero no lo sabía en el cuerpo.

Me da claustrofobia leer 1984, El cuento de la criada, Farenheit 451, etc., y enseguida me rebelo ante lo que se me ocurre un recorte a mis libertades.

Sin embargo, me sacaron la posibilidad de moverme por el mundo y de encontrarme con gente y dije bueno, está bien, tienen razón. Concedí, voluntariamente, mi encierro.

Sigo sin tener dudas de que es la medida más prudente.

Pero hoy, por primera vez en 47 días, sentí que había recuperado mi libertad.

Y se sintió de puta madre.