sábado, 11 de abril de 2020

Día 23



Hoy me levanté y subí a la terraza.

Saqué yuyos de cada una de las macetas.

Puse unos cactus que solían ser pequeños en una maceta más grande.

También puse en una maceta el palito de bamboo que tomaba agua en un frasco de café.

El acolchado de verano se terminó de secar al sol. Lo doblé, lo metí en una gran bolsa y lo guardé en el baúl recién pintado.

Hace un par de días saqué el acolchado de invierno y lo desplegué sobre la cama, odiando el frío pero disfrutando de dormir en la cueva. Soy de esas.

Uno de los días en los que salí, descubrí una ferretería abierta. La de la esquina cerró –parece que Germán prefirió quedarse en su casa. Se me ocurrió que podía arreglar una lámpara de pie. Voy a mirar tutoriales antes de desarmarla. Mirar tutoriales y después ir a comprar portalámparas y enchufes y cables. Lo peor que puede pasar es que la térmica haga su trabajo. O que me queden las piezas de la lámpara tiradas por el piso.

Pero el día estaba demasiado lindo para mirar tutoriales, o para sentarme a escribir, así que decidí instalarme en la terraza, cubierta con el saco de la abuela y protegida del sol por el protector y el sombrero de paja, y leer. No más que leer.

Un día de descanso. Como si fuese un sábado de esos en que había logrado sacarme de encima todas las tareas amacasísticas entre el jueves a la tarde y el viernes a la tarde. Como si hubiese sido uno de esos sábados en los que después de caminar largo rato con Niqui me voy a yoga y al volver no queda más que leer al sol.

No caminamos con Niqui. No fui a yoga con mi teacher que habla pausado y siempre sonríe, y que de pinta se parece al estereotipo del fundamentalista islámico, ese que aparece en los videos levantando un dedito –por los ojos redondos, de pestañas oscuras y abundantes, por la barba rala pero larga y puntiaguda. Sólo por eso. Diego no me daría miedo ni en el callejón más sórdido del mundo.

Tampoco hice compras –a veces aprovecho, a la salida de yoga, a pasar por el supermercado, o la verdulería.

No salí.

Pero igual fue un día de descanso, y el sol estaba delicioso.