jueves, 14 de mayo de 2020

Día 56




No soy de las que aman a los bebés. No me fijo en los bebés en cochecitos en el supermercado o en la calle. Cuando veo un bebé en la cola de la puerta de embarque de un avión, ruego mentalmente que lo sienten alejado de mí. Me fastidian los bebés, me irritan sus llantos y en general todos sus sonidos.

Los sonajeros, los pantaloncitos, los escarpines, todo eso me deja indiferente. No me parecen objetos tiernos, ni particularmente atractivos.

Hasta que no les puedo comprar libros que tengan pocos dibujos, las criaturas me aburren.

Pero si nace el hijo de un amigo de toda la vida, todo cambia. Todo.

Me gusta el bebé. Me enternecen los gorditos de sus piernas y sus brazos. Me pongo a decir “me está mirando” cuando sé que todavía es ciego.

Le busco parecidos con la madre o el padre, y estoy segura de esos parecidos. No importa que el bebé sea una masa amorfa de carne, yo ya veo a uno de los progenitores en esos rasgos indefinidos.

Busco regalos por internet y me descubro eligiendo un mapache por encima de una tortuga, porque es más lindo ese diseño. Leo los comentarios de los usuarios y descarto sin piedad cuando leo que no le entraron bien las piernas en esa sillita, o que no era seguro porque a la valla de contención la sostienen unas agarraderas muy flojas.

Me imagino el tamaño, la duración, recuerdo en ese momento a todos los bebés anteriores al nacimiento de éste, y los juguetes o artilugios comprados, y hago una lista mental de los que mejor funcionan.

Me paso un día entero buscando en internet.

Y cuando el niño nace, y me mandan una foto, soy el terror de mí misma. Empiezo a chillar “qué lindo”, “me muero muerta”, “qué emoción”.

Y nada de cinismo. Me parece hermoso, me muero de la alegría y la ternura, me emociono hasta que se me caen unas lágrimas. 

Me digo es el encierro, que todo lo magnifica. Y después me digo de ninguna manera. Es el hijo de Santi, el nietito de Mora, el sobrino de Lupe.

Pipe tiene todos los números de la lotería para ser el ganador de uno de los escasos puestos en la administración de mi vida: la del bebé que me encanta. La de la criatura que sí me hace pensar en la vida, en eso tan absolutamente mágico de la vida.

Pipe ocupa, sin ningún pudor, el lugar donde el amor puro existe.

Nació ayer a las 9 de la mañana. Y todavía sonrío.




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